lunes, 20 de enero de 2014

Donde van los niños malos.

Debí haber tenido 6 o 7 años cuando vivía en el Líbano. El país estaba arrasado por la guerra en ese entonces, y los asesinatos eran comunes y frecuentes. Recuerdo que en una particularmente viciada era, en la cual los bombardeos raramente pararon, yo me quedaría en casa sentado en frente de la televisión viendo un show muy, demasiado raro. Era un show para niños que duraba unos 30 minutos y contenía imágenes extrañas y siniestras. Hasta el día de hoy creo que era un intento apenas velado por los medios de comunicación de usar tácticas de miedo para mantener a los niños en su lugar, porque la moraleja de cada episodio giraba en torno a ideologías muy ''tensas'': cosas como, ''los niños malos se acuestan tarde'', ''los niños malos ponen sus manos debajo de las cubrecamas cuando duermen'' y ''los niños malos roban comida del refrigerador en la noche''. Era muy extraño, y en árabe por si fuera poco. No lo entendía mucho, pero en su mayoría las imágenes eran muy gráficas y comprehensivas. Sin embargo, lo que más me quedó grabado en mi mente fue el cierre. Era el mismo en casi todos los episodios. La cámara se acercaría a una vieja, oxidada y cerrada puerta. A medida que se acercaba más a la puerta, unos gritos extraños e incluso agonizantes se harían más oíbles. Era extremadamente espantoso, especialmente para una programación infantil. Entonces un texto árabe aparecería en la pantalla leyendo: ''Ahí es a donde van los niños malos.'' Eventualmente la imagen y el sonido desaparecerían, y eso sería el fin del episodio. En unos 15 o 16 años después me convertí en un fotógrafo periodístico. Ese show estuvo en mi mente toda mi vida, apareciendo en mis pensamientos esporádicamente. Eventualmente me cansé, y decidí investigar. Finalmente me las arreglé para descubrir la ubicación del estudio en donde mucha de la programación del canal se había grabado. Después de investigar más y eventualmente viajando al sitio, descubrí que ahora estaba desolado y había sido abandonado después de que la gran guerra había terminado. Entré al edificio con mi cámara. Estaba quemado por dentro. Quizás un incendio había ocurrido o alguien quiso incinerar todos los muebles de madera. Después de un par de horas cautelosamente haciendo mi camino dentro del estudio y sacando algunas fotos, encontré una sala aislada fuera del camino. Después de tener que romper algunos candados y abrir la pesada puerta, me paralizé por varios minutos. Trazas de sangre, feces y pequeños fragmentos de hueso estaban esparcidos en el suelo. Era una pequeña sala, y una extremadamente morbosa escena. Sin embargo, lo que más me espantó y me hizo nunca más volver, fue el atornillado y enjaulado micrófono colgando de el techo en medio de la sala....

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